La fabricación de objetos que nos rodean varía ampliamente según el producto en cuestión. Por ejemplo, las farolas de la calle se producen mediante la fundición de aluminio a altas temperaturas y su vertido en moldes, mientras que la mayoría de los muebles se fabrican prensando chapas de madera previamente secadas. Esto ilustra que la elección del método de fabricación no es arbitraria: se selecciona cuidadosamente considerando factores como el coste, la técnica y la sostenibilidad para cada producto.
Lo mismo sucede en el ámbito de la impresión 3D. Dependiendo del nivel de detalle requerido, el tamaño y las propiedades mecánicas deseadas de la pieza, se emplean diferentes tecnologías de fabricación.
En términos generales, existen cuatro técnicas principales: deposición fundida, fotopolimerización y sinterización. Cada una de estas técnicas tiene sus propias características y aplicaciones específicas.
– PLA: es el más común. Fácil de imprimir, barato e industrialmente biodegradable. Aunque también es un material frágil y que se degrada a la intemperie.
– ABS: fue el primer material de impresión 3D FDM. Destaca por ser resistente a los golpes y a las altas temperaturas. Es, de hecho, el material que se utiliza para los elementos plásticos de la industria de la automoción.
– PETG: equivalente al material PET, del que se fabrican las botellas plástico. Es por tanto reciclable y translúcido, y más resistente que el PLA.
– ASA: podría considerarse el ABS mejorado. Es adecuado para elementos ubicados al exterior porque es resistente a los rayos UV, no cambia su color con la luz del sol y resistente a la temperatura y la humedad.
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